“A nadie se le ocurre pedirle al árbol que de a su copa la misma forma que a sus raíces”.
Paul Klee

Las imágenes que hoy presenta Beatriz de la Rúa surgen de lo más profundo de su interioridad, como resultado de su madurez existencial y artística. El punto de partida es la mancha fecunda e informal, aunque trabajada con intensidad, donde las figuras se corporizan por medio de un dibujo de trazo fuerte y definido, que contrasta con la liviandad y sutileza de los fondos. El papel es el soporte elegido para estos encuentros, donde no hay interpretación simbólica sino manifestación visual de las propias pulsiones cuyo encadenamiento define una poética muy personal.

La Tierra como “Matrimonio del Cielo y el Infierno”, según William Blake es el lugar donde acontecen las búsquedas de Beatriz: a través del árbol que hunde sus raíces en la tierra y alza sus ramas hacia el infinito; de la escalera que desciende o asciende comunicando la luz y la oscuridad; de sus personajes ejes verticales diminutos o gigantescos, pasajeros de pesadillas y de paraísos, de sus pájaros de tenebrosos vuelos que despiertan la activa participación del espectador.

Su obra va desde la materia evidente y tangible a lo desconocido, a lo que no se ve, sin más reglas ni límites que los que ella misma se plantea. Las metáforas logradas entre la negritud del dibujo y la transparencia del color abren múltiples posibilidades de diálogo.

Beatriz pinta y vive con profundidad. Cada paso y cada obra, es fin y comienzo a un mismo tiempo, es una escala en la vía hacia una continua superación. Esta es su primera muestra individual, después de largos años de formación, que manifiesta su vital compromiso con la inefable aventura de la creación.