Como una red, recubre el universo entero.
Y aunque sus mallas son muy amplias.
Nada hay que se les escape.
Tao Te Ching, Lao Tzu

Beatriz de la Rúa a lo largo de su hacer artístico pone en juego a la mancha de tinta como una protagonista. Ella es el génesis de donde todo fluye. El encuentro mágico de las tintas con las telas y papeles produce que las formas avancen y que muchas veces transmuten en libros de artista y en objetos.
Cada trazo simboliza conceptos profundos que fueron investigados y escritos por la artista en miles de cuadernos que acumula sobre el escritorio. La obra precede el instante, presiente lo imaginado, llegando como un haz de luz para darle sentido a todo.

Cada expresión es un texto en tensión, es una fuente inagotable e irrepetible de comunicación a través del arte. Frente a una obra de Beatriz sentimos que ella no se guardo nada, todo está allí, desde lo más profundo del ser, directo al soporte que espera la impronta y más allá, llegando al espectador a culminar el sentido de la obra. Solo la belleza y el goce modelan lo sentido y conducen la mano hasta lograr que la materia entre en contacto con la tela o el papel.
Se acumulan vacíos y gestualidades vitales; produciendo constelaciones únicas y propias. Abstracciones, hilos de tinta, signos, huellas.

Logra que las montañas se muevan y dejen lugar a miles de caras, entre ellas asoman los pájaros y también los árboles que crecen encadenados al suelo y elevándose al cielo yendo mucho más allá de los límites que nadie puede ponerle a la creatividad. Las piedras se vuelven libros, los papeles transmutan en oros, los grabados se vuelven pinturas y las tintas mixturas : Beatriz es artista y alquimista del arte.

El dibujo es vehemente y obsesivo el detalle conviviendo en una armonía entonada por el color y el tono.
Puede pasar de la pesadilla al paraíso, de lo oculto y desconocido a lo fuerte y definido, del silencio interno a la manifestación visual absoluta, del comienzo al fin en un instante.
De algo podemos estar seguros, el vital compromiso que tiene Beatriz con su obra le impone un ritmo cíclico tal como la naturaleza. Tiempo de gestación precede al tiempo de creación y así sucesivamente.
Cuando Beatriz está en silencio la inspiración llega y asi nace la idea en conexión directa con La Mancha.

La intensidad poética se derrama y se vuelve mancha, el ritual del pincel que se carga de tinta atraviesa todas las capas y vuelve a salir a la superficie dando un salto al vacío sabiendo que la hoja la espera para recibirla.

Y una vez más todo vuelve a empezar. Cómo las estaciones del año, las mareas, las fases de la luna… Beatriz en sintonía con lo natural vuelve a tomar sus pinceles y nos demuestra que el arte es vida que siempre se impone.